miércoles, 27 de mayo de 2009

Elecciones


Visto lo visto y escuchado lo escuchado en esta campaña al Parlamento Europeo me dan ganas de imitar la actitud de gran parte de los ciudadanos de una ciudad imaginaria y sin nombre, centro de la inspiración de Saramago en su libro Ensayo sobre la lucidez. Los electores en masa deciden votar en blanco en unos comicios municipales. Durante la trama, "el gobierno teme que ese gesto revolucionario, capaz de socavar los cimientos de una democracia degenerada" sea producto de una trama anarquista internacional o de grupos extremistas desconocidos. Las cloacas del poder se ponen en marcha. Los culpables tienen que ser eliminados, y si no se hayan se inventa. El texto de Saramago, que si bien mantiene la tensión durante todo el recorrido no está bien resuelto, pone en valor el voto en blanco. Eso es lo que me gusta. No hay que despreciar a aquellos electores que admitiendo el sistema electoral en un estado democrático quiere llamar la atención sobre la oferta política. Es un toque de atención a las formaciones políticas y a su proximidad con la ciudadanía. Por cierto, uno de las protagonistas de este libro es la mujer que conservó la vista en la epidemia de luz blanca de Ensayo sobre la ceguera.

1 comentario:

  1. Yo estoy en ese dilema mismo. Y me encanta la idea revolucionaria de decir a gritos que este sistema no es el que me gusta, que estos partidos no son los que me representan... pero mira lo que ocurre en Estados Unidos. Tienen una participación ridícula, pero da igual, ellos quieren que sea igual.
    Yo voy a seguir pensando qué hago... quizá podamos tener la visión de esa mujer de Saramago.
    (Lánzate ya a por tu columna)
    Besossssssss

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